Grandes virtuosos de la música
FRANZ SCHUBERT
La breve vida de un gran compositor
Al abordar cualquier
aspecto de la vida y la obra de Franz Schubert conviene tener en mente
la advertencia hecha por George Grove en la primera edición de su célebre
Diccionario de música: “No hay evocación
de Schubert que sea satisfactoria por la razón de que es imposible establecer
una relación entre su vida y su obra, o más bien, para decirlo con propiedad,
porque no hay una vida que relacionar con la obra”. Ésta es, sin duda, una
manera excesiva de apuntar a la contradicción que ha intrigado siempre a los
biógrafos del músico, y que constituía un misterio ya para los miembros del
círculo íntimo de amigos del que se rodeó en vida. Esa contradicción asumía
varias formas y se expresaba en más de un nivel; desde los más elementales y
simples, como su aspecto físico y talante, hasta los más elaborados,
verbigracia su música.
Cuando falleció Ludwig
van Beethoven, Franz Schubert contaba treinta años. Sin embargo, no sobrevivió
al eminente compositor vienés ni siquiera dos años, ya que una grave enfermedad
se lo llevó por delante.
En esos últimos meses
de su corta vida compuso algunas de las obras más significativas del conjunto
de su catálogo: una gran sinfonía en do mayor (la novena), los últimos
cuartetos para cuerda, un estremecedor quinteto para cuerda, varios liedery (breve composición vocal), una
serie de sonatas para piano.
Schubert estuvo
marcado por su destino, a pesar de que gracias a su enorme talento podría haber
llevado una vida exitosa y libre de preocupaciones. Nació en las proximidades
de Viena; el 31 de enero de 1797, era hijo de un maestro. Desde pequeño mostró
unas aptitudes excepcionales. Recibió clases de canto, piano y órgano; estudió
composición con diferentes maestros, entre ellos con el competidor de Mozart,
Antonio Salieri, y muy pronto comenzó a escribir sus propias obras. Con
dieciséis años ya veía una considerable obra. Sin embargo, se ganaba el
sustento como profesor ayudante hasta que encontró el apoyo de un amigo. Tardó
en ser conocido por el mundo musical vienés, porque prefería el ámbito privado
para estrenar sus obras, y no fue hasta el 26 de marzo de 1828 cuando consintió
en celebrar un concierto público. Todavía se tardarían décadas en descubrir la
grandeza de sus obras.
OSCURIDAD Y POBREZA
Mucho se ha escrito
acerca de la pobreza de Schubert y las dificultades materiales que lo
acompañaron a lo largo de toda su vida. Es cierto que sus orígenes familiares
no lo favorecían: un padre maestro de una humilde escuela en un suburbio y una
madre cocinera sin ninguna otra formación o cualidades no eran precisamente la
mejor de las garantías de éxito social. Pero también en este aspecto de su vida
puede decirse que su contradictoria personalidad le jugó una mala pasada a
Schubert. Dotado de un genio musical tan arrollador que por méritos propios
logró hacerse admitir en la escuela de música más renombrada de la ciudad. Su
personalidad y carácter afable, además, le ahorraron el penoso encierro en sí
mismo, el ensimismamiento del que tanto había sufrido Beethoven, que para
Schubert era, junto con Mozart pero en grado superlativo, el Dios de la música.
Hasta tal punto, que cuando ya sufría en muchos frentes los embates de la enfermedad
que sufría, pidió expresamente que sus restos fueran enterrados lo más cerca
posible de la tumba de su ídolo en el cementerio de Wahring, en Viena.
Y sin embargo,
Schubert fue por completo incapaz de hacerse valer como músico, puede decirse
incluso que ni siquiera lo intentó en serio. Aparte de enviarle a Goethe
algunos de sus lieder inspirados en
poemas del maestro de Weimar, y de su empecinamiento en que las óperas que
componía eran lo más valioso de su producción, no es una exageración afirmar
que Schubert apenas movió un dedo por lograr que su música se difundiera en los
círculos musicales de su ciudad natal, condición indispensable para aspirar a
una vida material un poco más holgada. Se puede decir que tampoco tuviese algo
de suerte.
EL GENIO SINFÓNICO
Al
margen de su personalidad, que lo llevaba a cultivar con mimo sus amistades y
dedicarles mucho tiempo, Schubert estaba dotado de una prodigiosa capacidad de
trabajo y de la no menos prodigiosa facultad de concentrarse a fondo
exclusivamente en su oficio de compositor. Es lógico pensar que hubiese podido
llegar a dominar todos los géneros y tipos de escritura, a la vista de la
calidad y diversidad de su producción. Pero hay un género de música, el
sinfónico, para el que sus aptitudes parecen casi innatas y a la vez perfectas.
De hecho, lo que más llama la atención de su música de cámara, incluso de sus
sonatas pianísticas, es la concepción sinfónica de las partes que las
componen. Da la sensación, oyéndolas,
que es posible transcribirlas para conjunto sinfónico sin grandes dificultades
y también sin que pierdan su esencia. De hecho, en la segunda mitad del siglo XIX,
cuando su música fue finalmente descubierta y admirada en Austria y Alemania,
gracias sobre todo a los esfuerzos nada menos que de Schumann, Mendelssohn y
Brahms, se acostumbraba tocar en conciertos algunas de sus obras más
emblemáticas transcritas de esta manera.
En 1821 le
diagnosticaron una sífilis; en aquella época esto significaba que estaba
condenado. Schubert así lo comprendió, y más que nunca se dedicó de lleno a la
composición. Sus obras, a partir de esta fecha, tienen a veces un tinte melancólico,
a ratos incluso sombrío. En octubre de 1828 parecía que mejoraba su estado, así
que aceptó emprender con sus amigos un viaje a pie para visitar Eisenstadt y la
tumba de Haydn. El esfuerzo quebrantó su salud: un mes después, el 19 de
noviembre, fallecía. Para no difundir la causa de su muerte, se dijo
oficialmente que había sucumbido a una fiebre tifoidea.
Las composiciones de
Schubert son: Obras escénicas, óperas, operetas alemanas y música para
espectáculos teatrales. Música de iglesia. Obras corales y vocales. Obras
orquestales. Música de cámara. Obras para piano.
Entre sus grandes
composiciones se destacan: Sinfonía Nº 8 en Si menor "Inacabada".
Sinfonía Nº 5 en Si bemol mayor. Quinteto para piano y cuerda en La mayor “La
trucha”. Cuarteto para cuerda en Re menor. “La muerte y la doncella”.
Fuentes bibliográficas:
Historia de la música clásica.
Gran selección de Deutsche Grammophon.
Grandes Compositores Editorial Sol
90, Barcelona,España.
Grandes Compositores Salvat
Editores, Arturo Reverter, Pamplona, España.
y ABC de la música clásica de
Eckhardt van den Hoogen (258)
Fotografía: Cortesía de
Compositores Famosos
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