miércoles, 19 de septiembre de 2018



Pintores y escultores universales

PIERRE AUGUSTE RENOIR
destacada figura del impresionismo francés


Pierre Auguste Renoir,  pintor francés que vino a este mundo  el 25 de febrero de 1841, en Limoges, ciudad al sur oeste de Francia, fue una de las más destacadas figuras del impresionismo, tendencia de la que se distanciaría para seguir una línea personal. Hijo de artesanos, vivió sus primeros años en barrios proletarios donde trabajó como decorador de porcelanas y pintor de abanicos. Después pudo acceder al taller del pintor Gilbert y, luego, al de Gleyre, donde conoció a Claude Monet, Frédéric Bazille y Alfred Sisley, con quien más tarde compartió su casa en París.
Sus primeros intereses como pintor se inclinaron por la escuela de Barbizon y, consecuentemente, por la pintura al aire libre. Durante los días agitados de la Comuna, pintó con Monet a orillas del Sena. En 1873 terminó Jinetes en el bosque de Bolonia, excluida del Salón oficial y expuesta en el de los Rechazados. Durand-Ruel se interesó por su obra y en 1874 participó en la primera exposición impresionista, en los estudios del fotógrafo Nadar.

El Palco
Con apenas 17 años copiaba pinturas sobre abanicos, pantallas de lámparas y persianas. Fue admitido en la Academia de Bellas Artes y en 1862 se matriculó en la academia del pintor suizo Charles Gabriel Gleyre.
En su obra más temprana se pudo observar la influencia de pintores como Monet en su tratamiento de la luz, y de Eugène Delacroix en su tratamiento del color.
En 1864 tuvo lugar su primera exhibición en París, pero no fue verdaderamente reconocido hasta 1874, en la primera exposición de pintores de la nueva escuela impresionista.
Su baile del “Moulin de la Galette” (1876, Museo d'Orsay, París) es una de las obras más famosas del impresionismo. Habría que destacar como otros ejemplos de retrato: “Madame Charpentier y sus niños” (1878, Museo Metropolitano de Nueva York) y Jeanne Samary (1879, Museo del Louvre de París).
Otras pinturas destacadas son: El palco (1874, Galerías del Courtauld Institute de Londres), Mujer del abanico (1875) y El Columpio (1875), ambas en el Museo d'Orsay de París, El almuerzo de los remeros (1881, Colección Phillips de Washington), Los paraguas (1883, National Gallery, Londres) y Jarrón de crisantemos (1895, Museo de Bellas Artes de Ruán, Francia).
Le Moulin de la Galette (1876).

Consiguió una gran reputación con la exposición individual celebrada en la galería Durand-Ruel de París en 1883.
Entre 1884 y 1887 realizó unas series de estudios de grupo de figuras desnudas conocidas como Las grandes bañistas (Museo de Arte de Filadelfia). En sus últimos 20 años sufrió artritis y continuó trabajando con un pincel atado al brazo.

EL RETRATO DE MADAME CHARPENTIER
En una gran sala cuadrada del piso alto del Museo Metropolitano de Nueva York se detienen los visitantes con una sonrisa en los labios. Es que han visto el retrato de Madame Charpentier y sus hijas, obra de Pierre Auguste Renoir. El gran artista francés puso toda su inspiración y toda su pericia en esa tela de 1,50 por 1,80 metros. El equivalente de 200 dólares que recibió por ella constituía entonces un precio excepcional en Francia; añadiendo esta suma a otras menores que había recibido por tres retratos más hechos para la familia Charpentier, el pintor resolvió mejorar de vida. Alquiló una casita en Montmartre, el barrio parisiense de los artistas, hizo nueva provisión de colores, compró algunos muebles que tanto necesitaba y adquirió un traje nuevo. "Si sigo así, ¡hasta podré casarme y mantener a mi mujer!", exclamó gozoso. Ya tenía novia: una modistilla rechoncha, de ojos azules, cutis de crema y melocotón, y tan enamorada de él que estaba dispuesta a compartir su insegura existencia. Renoir había nacido pobre, de modo que a los trece años, cuando dio muestras de  talento artístico -cubría los márgenes de sus libros con dibujos bastante aceptables-, sus padres lo sacaron de la escuela y lo pusieron de aprendiz en una fábrica de porcelana, donde decoraba platos y fuentes con toda suerte de motivos, desde tallos de flores hasta medallones con retratos de la emperatriz Eugenia.
Cuando quebró la fábrica cuatro años más tarde, Renoir empezó a ganarse la vida con otras labores de menestral: pintando abanicos, persianas e imágenes de santos a dos francos por santo. A los veintiún años había economizado bastante dinero para tomar lecciones de arte, pero continuaba siendo casi analfabeta.

Madame Charpentier y sus hijos
Se sentía tan feliz en la escuela de arte que uno de sus profesores  se  impacientó  con  él  y  le  dijo  en  tono sarcástico: "¡La pintura no es  más  que  una  diversión para, al parecer!". Otro insistió en  que,  antes  de pintar debía aprender a dibujar, copiando modelos de yeso de figuras de la mitología, y cuando Renoir le entregó cinco dibujos de dioses llenos de vida, le advirtió al maestro que las divinidades no podían parecerse a los seres vivientes. " Un dios debe tener hasta el dedo gordo del pie más majestuoso que el del carbonero del barrio!", dijo. Pero la grandilocuencia académica resbalaba sobre Renoir como el agua por las plumas  de  un  pato: aprendió los principios fundamentales  del  arte  y  los  usó para aplicarlos a su manera propia y original. Su deceso se produjo el 12 de marzo de 1919 en Cagnes-sur-Mer, Francia.

 Fuentes bibliográficas:
-Los grandes pintores y sus obras maestras, de Selecciones del Reader´s
  Digest.
- Breves biografías intimas de grandes pintores, de Editorial Molino.
- https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/renoir.htm
Fotografía: Cortesía de: https://www.wikiart.org































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