domingo, 21 de enero de 2018


Protagonistas de la historia

CHARLES DARWIN

La evolución del pensamiento

Charles Darwin
La teoría de Charles Darwin sobre la evolución de los seres vivos, ha estado rodeada de entusiasmo y polémica desde su aparición, es uno de los logros capitales de la ciencia y el pensamiento del siglo XIX, con una influencia que llega hasta nuestros días. No es de extrañar, por lo tanto, que la vida del creador del evolucionismo, su extraordinaria aventura al bordo del “Beagle” y el largo proceso de maduración de su pensamiento configuren una historia humana y científica tan atractiva.
Charles Roberto Darwin nació el 12 de febrero de 1809, en Shrewsbury, un pueblecito de Shropshire, Ingleterra; justamente el mismo día en que también nació otro gran protagonista de la Historia: Abraham Lincoln. Fue Charles el quinto hijo del doctor Roberto Waring Darwin, quien a su vez era hijo de un  distinguido  hombre de ciencia. La madre de Darwin, Susana Wedgwood, procedía de una familia distinguida, era hija de un famoso y acaudalado ceramista de la época, Josiah Wedgwood. Charles conservaba muy pocos recuerdos de ella, ya que murió cuando él tenía sólo ocho años. En su Autobiografía, Darwin confiesa que recordaba  muy  pocas cosas de la muerte de su  madre.
Con su  padre, en cambio que era médico,  naturalista y poeta conocido, tuvo ocasión de convivir más largamente. En la escuela de Samuel Butler, a la que asistió de niño, Charles adquirió, un poco a la fuerza, una cierta formación clásica; pero su afición a las ciencias naturales tuvo, sin embargo, ocasión de satisfacerse en las excursiones por el campo, en el laboratorio de Química que tenía montado en casa su hermano mayor, y en las veladas en que su padre les hablaba de las ideas del abuelo Erasmo y de las suyas propias.
El apellido Darwin era conocido desde hacía tiempo en el mundo científico  inglés.  El abuelo  Erasmo -el «célebre Dr. Darwin», como le llamaba el  público culto del siglo XVIII, fue un médico, anatomista, botánico y poeta, que en una obra llamada  Zoonomía o las leyes de la vida orgánica (1794-1796) pretendió explicar los  fenómenos  vitales  en  unos  términos de  materia  y movimiento, que se anticiparon en algún modo a las interpretaciones evolucionistas de Lamarck, naturalista francés y de su propio nieto.
A través de observaciones v reflexiones muy perspicaces, el abuelo de Charles Dawin acertó efectivamente a pensar que «todos los animales sufren transformaciones continuas... muchas de las cuales se transmiten a su descendencia». Meditando   además  sobre  la semejanza estructural de los animales de sangre caliente, Erasmo Darwin imaginó que a lo largo de millones de años, y  en virtud de pequeñas transformaciones, quizá todos estos animales de sangre caliente hubieran podido surgir “de un único  filamento viviente”.
El propio padre de Charles Darwin fue,  como hemos dicho, un médico naturalista y poeta distinguido, que acostumbraba a comentar con sus  hijos todas las ideas biológicas. Por supuesto, el  joven Charles no entendía demasiado bien tales explicaciones y, en realidad, lo que le gustaba era coleccionar guijarros, plantas, insectos y huevos de pájaros,  así  como  disparar a  las ratas y a los perros de los alrededores. No obstante, es posible  que  todas esas ideas quedaran  «guardadas  en  su corazón y contribuyeran a la formación de su pensamiento posterior sobre la evolución.
A los dieciséis años, su padre le envió, junto con su hermano   Erasmo,    a   la   Universidad    de  Edimburgo -donde pasó dos cursos-, con el fin de que siguiera la tradición médica de la familia. Igual que en  Shrewsbury en Edimburgo tampoco le gustaban las clases. Darwin continuaba atraído por  la  Historia  Natural.  Le gustaban las lecciones de Jancson sobre Zoología y Geología y se interesó también por la Biología  marina,  acerca  de  la cual presentó, por mediación de algunos amigos,  un  par de comunicaciones en la Sociedad Linneo. Un día, sin embargo, Darwin tuvo que presenciar la operación de un niño. En aquella época, claro está, no  había anestesia,: y Darwin no pudo resistir el espectáculo.  Huyó,  y abandonó para siempre la medicina, ya que para entonces estaba enterado de que no necesitaría trabajar para  vivir. Su padre, entonces, pretendió que se  hiciera  abogado, cosa que contrariaba profundamente a Darwin. Un poco como último recurso,  el  padre  intentó  orientarle  hacia los  estudios teológicos.
Por fin, en 1828, y tras algunos meses dedicados en Shrewsbury  al  refresco  de su  educación clásica,  Darwin ingresa efectivamente, en el Christ´s College, de Cambridge, donde permanece hasta 1831. Con ayuda de los profesores,  va  pasando  curso   tras  curso  sin  pena ni gloria: finalmente se gradúa como Magister Artium, con el número 10 de los que no aspiran a nota. Se hace anglicano y hasta llega a trabajar en una iglesia rural. En realidad, sin embargo, lo que le ha interesado de Cambridge no ha sido su carrera de Letras. Igual que en Shrewsbury y Edimburgo, lo que le ha atraído al joven Darwin ha sido la equitación y caza de pequeños animales, hacer colecciones de escarabajos y, además, pasear con el reverendo John Stevens Henslow, profesor de Botánica de la Universidad, por cuya materia se interesa apasionadamente. Es precisamente en esta etapa cuando establece amistad  con  el  geólogo   Sedwick   -a quien acompaña en una excursión científica por Gales-, cuando lee a Lamarck y  a  William Herschell, astrónomo germano-britanico; por  primera  vez oye hablar  de  Charles Lyell, uno de los fundadores de la geología moderna  y conoce  a Alexander von Humboldt, naturalista alemán.
Pronto advierte el doctor Roberto Waring Darwin  que los problemas profesionales de su hijo Carlos no han concluido con la graduación en Cambridge. Recomendado por el profesor Henslow, que ha advertido en Darwin un talento poco común para las  ciencias  naturales, el joven Darwin pretende embarcar como naturalista sin sueldo en una nave de Su Majestad, el Beagle, bergantín de 235 toneladas que está a  punto de  zarpar para un largo viaje de exploración alrededor  del mundo.
Como es lógico, este tercer  cambio de profesión  no deja de preocupar al padre de Darwin. Finalmente, el padre cede y Darwin se hace a la mar con el Beagle, a los veintidós años de edad, el 27 de diciembre  de  1831. Nada más alejarse de Davenport, cuando  apenas  ha dejado de divisarse la línea de la costa,  Darwin se marea y se encierra en su camarote con  un ejemplar del primer tomo de los Principios de Geología, de Lyell. El reverendo Henslow le había  recomendado  la lectura  de  este autor,  a la vez que le había sugerido un cierto escepticismo respecto a sus doctrinas: “Lea a Lyell, pero no crea lo  que dice”, había sido el consejo. Darwin, no obstante, tomó muy en serio al famoso geólogo. -Un año después, estando  anclado  en  Río  de  la  Plata,  de  vuelta  de  una  expedición  por  Brasil,  el  correo  le  trajo  con  las  cartas de la  familia  y  la  prensa  inglesa,  el  segundo  tomo  de los Principios, de Lyell.
Por aquel entonces se suponía que la Tierra había sido creada hacía unos seis mil años. De otra parte, los grandes accidentes  geológicos y la extensión  de las especies que atestiguaban los fósiles, se entendía que habían sido producidos  por  grandes  catástrofes,  tras  las cuales Dios había vuelto a crear otras especies.
La lectura de Lyell sirvió a Darwin para romper con tales presupuestos; y en este sentido le facilitó el curso de sus ulteriores aventuras intelectuales, que finalmente lo llevan a crear la teoría científica de “la evolución de las especies”.
En el invierno de 1881-1882, Darwin  comenzó a padecer graves problemas cardiacos. El 12 de febrero de 1882, cuando tenía ya setenta y tres años, escribió a un amigo: “Se acerca el final de mi camino”. Era verdad, tras una breve enfermedad, Darwin murió de un ataque al corazón el 19 de abril de 1882. Sus restos de hallan enterrado en la abadía de Westmister, en Londres, donde reposa también el cuerpo de Isacc Newton.

Bibliografía:
Biografía de Charles Darwin, de José Luis Pinillos Díaz, publicada en Protagonistas de la Historia, de Iberico Europea Ediciones.
Darwin, biografía de Sir Julian Huxley y H.D.B. Kettlewel, de Editorial Salvat, Grandes Biografías.

Fotografía: Cortesía de: Encyclopedia Britannica.

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