martes, 16 de enero de 2018


Grandes virtuosos de la música

LUDWIG VAN BEETHOVEN:
Precursor del romanticismo

Ludwig van Beethoven 

La juventud de Ludwig van Beethoven fue un espléndido brote de vitalidad y creatividad. Sin embargo, contrariamente a lo que pudiera pensarse, su infancia estuvo marcada por oscuras penalidades. Posiblemente los esfuerzos desplegados por el joven músico para lograr hacerse un puesto y un nombre en el mundo constituyeran una especie de mecanismo compensatorio por la falta de calor humano y comprensión que tuvo que padecer en sus primeros años de vida.
A este virtuoso le correspondió vivir uno de los periodos más densos y conflictivos de la historia de la humanidad: “la era de las revoluciones y de las luchas nacionales”, El periodo vital de Beethoven (1770-1827) abarca cincuenta y siete años sobre lo que planea la absorbente personalidad de Napoleón, a quien el músico, admira, odia, encumbra, desprecia y compadece en una paulatina y complicada mezcolanza de sentimientos.
Beethoven nació en una oscura buhardilla de un semioculto edificio de la calle Bonngasse, el 16 de diciembre de 1770 en la ciudad alemana de Bonn. Era hijo de Johann van Beethoven, de origen flamenco, y María Magdalena Keverich. Su padre, músico al servicio del príncipe elector de Colonia en Bonn, dirigió sus primeros estudios, con la colaboración de Franz Ríes, que le enseñó violín, y de Christian Gottlob Neefe, que fue su preceptor en composición y órgano.
El apellido Beethoven estaba vinculado a la música. Como uno de los pocos mitos familiares, aún sonaban los ecos de un tiempo mejor, en el que refulgía el recuerdo del abuelo Ludwig, director de orquesta de la corte de Flandes.
Hijo de una familia empobrecida, a los cuatro años fue obligado por su padre a sentarse en el piano. Para algunas familias, como les había sucedido a los Mozart, tener un niño pródigo era como un salvoconducto para sortear la miseria.
Ludwig fue un niño precoz en manifestar sus excepcionales dotes de intérprete y compositor: dio su primer concierto en 1778, en Bonn, y publicó su primera composición, Nueve variaciones para piano en Do menor, en el año 1782.
El músico visitó Viena por vez primera en 1787, pero tuvo que regresar a Bonn al fallecer su madre. Cinco años después se instalaba definitivamente en la ciudad. Continuó sus estudios musicales con un gran maestro, Franz Joseph Haydn, pero los dos hombres poseían temperamentos opuestos y Beethoven prefirió proseguir su formación con Johann Baptist Schenk, Johann Georg Albrechtsberger y Antonio Salieri. Aunque continuó hasta 1794 formando parte de la orquesta que mantenía en Bonn el elector de Colonia, Beethoven se ganó de inmediato la simpatía de la aristocracia vienesa. El músico organizó numerosos conciertos en residencias palaciegas de la ciudad y en 1795 se presentó ante el público interpretando sus propias composiciones. No tardó en conquistar a los melómanos de la ciudad, así como también a los de Praga y Budapest, a los que dejaba admirados con unas interpretaciones pianísticas  extraordinariamente efectistas  por  su  impetuosidad,  virtuosismo y hondura expresiva.
Beethoven tocó el piano ante el público con regularidad hasta 1808, año en que sus problemas  de salud le impidieron  continuar  con una carrera tan exitosa como económicamente rentable. De estos primeros años son sus composiciones para piano más populares: la "Patética", Op. 13 (1799) y el "Claro de luna", Op. 27/2 (1801), así como sus tres primeros Conciertos para piano, las Sinfonías Nºs.  1 y 2 y los seis Cuartetos para cuerda, Op. 18.
A partir de 1797, el compositor comenzó a experimentar problemas de audición. El año que marca la primera crisis grave de salud es 1802; Beethoven comprendió entonces que la enfermedad que padecía empeoraba y tuvo que enfrentarse incluso con la posibilidad de que fuera incurable. Ese mismo año decidió instalarse en Heiligenstadt, un pueblecito de las afueras de Viena, donde redactó su última voluntad sumida en un intenso abatimiento.  El testamento  refleja toda la desazón y angustia del músico ante la perspectiva de quedarse sordo.
De este episodio depresivo logró salir en pocos meses. Se inicia entonces el período de madurez de su carrera, marcada por la intención de moldear su música acorde con el espíritu exaltado y heroico de los tiempos. Las ideas de la Francia revolucionaria, encarnadas en Napoleón y sus ejércitos, entusiasmaron al músico, quien decidió dedicar su Tercera Sinfonía, "Heroica': al emperador francés. El carácter programático de la música de Beethoven se intensificó, y produjo obras y pasajes emblemáticos, como el primer movimiento en Do menor de la Sinfonía n.0   5, o su ópera Fidelio, en la que el músico "tematiza'' sus ideas políticas.
La tendencia a la magnificación heroica se manifiesta incluso en sus composiciones para conjuntos de cámara, como sucede en los tres Cuartetos para cuerda, Op. 59. El primero, de una duración  inusitada,  45 minutos, recoge en su movimiento final una melodía popular rusa en un claro anticipo del gusto romántico.
Mucho se ha glosado acerca de la vida amorosa de Beethoven. El músico, que nunca contrajo matrimonio, vivió intensamente diversos episodios de enamoramiento con discípulas suyas, pertenecientes a la aristocracia vienesa. En todos los casos se trató de amores infelices, bien porque el músico sufriera el rechazo de la amada, bien por la decepción que sentía al descubrir que el objeto de su amor no correspondía a su elevado ideal. De estas intensas aventuras ha quedado un único testimonio: la carta de amor que el compositor escribió en 1812 a una dama, conocida como "Carta a la eterna bien amada". Se piensa que su destinataria pudo haber sido la vienesa Antonie Brentano, casada con un hombre de negocios de Frankfurt.
En 1814 tuvo que enfrentarse a serios problemas económicos, que intentó paliar regresando a los escenarios. Pero un primer  recital acabó  en desastre debido a la sordera  del  músico. Acarició  a la sazón  la idea de regresar a Alemania, pero un grupo de aristócratas vieneses aportó recursos para que pudiera permanecer en la  capital  austríaca.
En su prolífica trayectoria musical, Beethoven dejó para la posteridad un importante legado: nueve sinfonías, una ópera, dos misas, tres cantatas, treinta y dos sonatas para piano, cinco conciertos para piano, un concierto para violín, un triple concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta, dieciséis cuartetos de cuerda, una gran fuga para cuarteto de cuerda, diez sonatas para violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano e innumerables oberturas, obras de cámara, series de variaciones, arreglos de canciones populares y bagatelas para piano.
Las obras más importantes son: 9ª Sinfonía, 5ª Sinfonía, Sonata para piano Nº 14, Sonata para piano Nº 8, Piano sonatas, Concierto para violín, Concierto para piano    Nº 5, Para Elisa, Fidelio, La Heroica, La Pastoral, Egmont, Missa Solemmnis, entre otros.
Beethoven falleció en la tarde del 26 de marzo de 1827. Al funeral, celebrado el 29 de marzo, asistieron 10.000 personas en impresionante testimonio de reconocimiento hacia el primer músico  de la historia que se negó a vivir a expensas de mecenas oficiales o aristocráticos, y que había hecho de la música patrimonio de todos los hombres.
En la historia de la música de los últimos siglos no hay ninguna individualidad que haya influido de forma tan categórica en el desarrollo posterior como Ludwig van Beethoven.
 Fuentes bibliográficas:
Historia de la música clásica. Gran selección de Deutsche Grammophon
Grandes compositores Editorial Sol 90, Barcelona, España,
Grandes Compositores Salvat Editores, José L. Pérez Arteaga,Pamplona,España,
 y ABC de la música clásica, de Eckhardt van den Hoogen (31)

Fotografía: Cortesía de Focus Belgium

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