Grandes virtuosos de la música
LUDWIG VAN BEETHOVEN:
Precursor del romanticismo
Ludwig van Beethoven |
La juventud de Ludwig
van Beethoven fue un espléndido brote de vitalidad y creatividad. Sin embargo,
contrariamente a lo que pudiera pensarse, su infancia estuvo marcada por
oscuras penalidades. Posiblemente los esfuerzos desplegados por el joven músico
para lograr hacerse un puesto y un nombre en el mundo constituyeran una especie
de mecanismo compensatorio por la falta de calor humano y comprensión que tuvo
que padecer en sus primeros años de vida.
A este virtuoso le
correspondió vivir uno de los periodos más densos y conflictivos de la historia
de la humanidad: “la era de las revoluciones y de las luchas nacionales”, El
periodo vital de Beethoven (1770-1827) abarca cincuenta y siete años sobre lo
que planea la absorbente personalidad de Napoleón, a quien el músico, admira,
odia, encumbra, desprecia y compadece en una paulatina y complicada mezcolanza
de sentimientos.
Beethoven nació en una
oscura buhardilla de un semioculto edificio de la calle Bonngasse, el 16 de
diciembre de 1770 en la ciudad alemana de Bonn. Era hijo de Johann van
Beethoven, de origen flamenco, y María Magdalena Keverich. Su padre, músico al
servicio del príncipe elector de Colonia en Bonn, dirigió sus primeros
estudios, con la colaboración de Franz Ríes, que le enseñó violín, y de
Christian Gottlob Neefe, que fue su preceptor en composición y órgano.
El apellido Beethoven
estaba vinculado a la música. Como uno de los pocos mitos familiares, aún
sonaban los ecos de un tiempo mejor, en el que refulgía el recuerdo del abuelo
Ludwig, director de orquesta de la corte de Flandes.
Hijo de una familia
empobrecida, a los cuatro años fue obligado por su padre a sentarse en el
piano. Para algunas familias, como les había sucedido a los Mozart, tener un
niño pródigo era como un salvoconducto para sortear la miseria.
Ludwig fue un niño
precoz en manifestar sus excepcionales dotes de intérprete y compositor: dio su
primer concierto en 1778, en Bonn, y publicó su primera composición, Nueve
variaciones para piano en Do menor, en el año 1782.
El músico visitó Viena
por vez primera en 1787, pero tuvo que regresar a Bonn al fallecer su madre.
Cinco años después se instalaba definitivamente en la ciudad. Continuó sus
estudios musicales con un gran maestro, Franz Joseph Haydn, pero los dos
hombres poseían temperamentos opuestos y Beethoven prefirió proseguir su
formación con Johann Baptist Schenk, Johann Georg Albrechtsberger y Antonio
Salieri. Aunque continuó hasta 1794 formando parte de la orquesta que mantenía
en Bonn el elector de Colonia, Beethoven se ganó de inmediato la simpatía de la
aristocracia vienesa. El músico organizó numerosos conciertos en residencias
palaciegas de la ciudad y en 1795 se presentó ante el público interpretando sus
propias composiciones. No tardó en conquistar a los melómanos de la ciudad, así
como también a los de Praga y Budapest, a los que dejaba admirados con unas
interpretaciones pianísticas
extraordinariamente efectistas
por su impetuosidad,
virtuosismo y hondura expresiva.
Beethoven tocó el
piano ante el público con regularidad hasta 1808, año en que sus problemas de salud le impidieron continuar
con una carrera tan exitosa como económicamente rentable. De estos
primeros años son sus composiciones para piano más populares: la
"Patética", Op. 13 (1799) y el "Claro de luna", Op. 27/2
(1801), así como sus tres primeros Conciertos para piano, las Sinfonías
Nºs. 1 y 2 y los seis Cuartetos para
cuerda, Op. 18.
A partir de 1797, el
compositor comenzó a experimentar problemas de audición. El año que marca la
primera crisis grave de salud es 1802; Beethoven comprendió entonces que la
enfermedad que padecía empeoraba y tuvo que enfrentarse incluso con la
posibilidad de que fuera incurable. Ese mismo año decidió instalarse en
Heiligenstadt, un pueblecito de las afueras de Viena, donde redactó su última
voluntad sumida en un intenso abatimiento.
El testamento refleja toda la
desazón y angustia del músico ante la perspectiva de quedarse sordo.
De este episodio
depresivo logró salir en pocos meses. Se inicia entonces el período de madurez
de su carrera, marcada por la intención de moldear su música acorde con el
espíritu exaltado y heroico de los tiempos. Las ideas de la Francia
revolucionaria, encarnadas en Napoleón y sus ejércitos, entusiasmaron al
músico, quien decidió dedicar su Tercera Sinfonía, "Heroica': al emperador
francés. El carácter programático de la música de Beethoven se intensificó, y
produjo obras y pasajes emblemáticos, como el primer movimiento en Do menor de
la Sinfonía n.0 5, o su ópera Fidelio,
en la que el músico "tematiza'' sus ideas políticas.
La tendencia a la magnificación
heroica se manifiesta incluso en sus composiciones para conjuntos de cámara,
como sucede en los tres Cuartetos para cuerda, Op. 59. El primero, de una
duración inusitada, 45 minutos, recoge en su movimiento final una
melodía popular rusa en un claro anticipo del gusto romántico.
Mucho se ha glosado
acerca de la vida amorosa de Beethoven. El músico, que nunca contrajo
matrimonio, vivió intensamente diversos episodios de enamoramiento con
discípulas suyas, pertenecientes a la aristocracia vienesa. En todos los casos
se trató de amores infelices, bien porque el músico sufriera el rechazo de la
amada, bien por la decepción que sentía al descubrir que el objeto de su amor
no correspondía a su elevado ideal. De estas intensas aventuras ha quedado un
único testimonio: la carta de amor que el compositor escribió en 1812 a una
dama, conocida como "Carta a la eterna bien amada". Se piensa que su
destinataria pudo haber sido la vienesa Antonie Brentano, casada con un hombre
de negocios de Frankfurt.
En 1814
tuvo que enfrentarse a serios problemas económicos, que intentó paliar
regresando a los escenarios. Pero un primer
recital acabó en desastre debido
a la sordera del músico. Acarició a la sazón
la idea de regresar a Alemania, pero un grupo de aristócratas vieneses
aportó recursos para que pudiera permanecer en la capital
austríaca.
En su
prolífica trayectoria musical, Beethoven dejó para la posteridad un importante
legado: nueve sinfonías, una ópera, dos misas, tres cantatas, treinta y dos
sonatas para piano, cinco conciertos para piano, un concierto para violín, un
triple concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta, dieciséis
cuartetos de cuerda, una gran fuga para cuarteto de cuerda, diez sonatas para
violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano e innumerables
oberturas, obras de cámara, series de variaciones, arreglos de canciones
populares y bagatelas para piano.
Las
obras más importantes son: 9ª Sinfonía, 5ª Sinfonía, Sonata para piano Nº 14,
Sonata para piano Nº 8, Piano sonatas, Concierto para violín, Concierto para
piano Nº 5, Para Elisa, Fidelio, La
Heroica, La Pastoral, Egmont, Missa Solemmnis, entre otros.
Beethoven falleció en la tarde
del 26 de marzo de 1827. Al funeral,
celebrado el 29 de marzo, asistieron 10.000 personas en impresionante
testimonio de reconocimiento hacia el primer músico de la historia que se negó a vivir a expensas
de mecenas oficiales
o aristocráticos, y que había
hecho de la música patrimonio de todos los hombres.
En la historia de la música de los últimos siglos no hay
ninguna individualidad que haya influido de forma tan categórica en el
desarrollo posterior como Ludwig van Beethoven.
Fuentes bibliográficas:
Historia de la música clásica. Gran selección de Deutsche
Grammophon
Grandes compositores Editorial Sol 90, Barcelona, España,
Grandes Compositores Salvat Editores, José L. Pérez
Arteaga,Pamplona,España,
y ABC de la música
clásica, de Eckhardt van den Hoogen (31)
Fotografía: Cortesía de Focus Belgium
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