Protagonistas
de la historia
LE
CORBUSIER:
nombre de
primera magnitud en el panorama arquitectónico contemporáneo.
Así se expresa uno de sus biógrafos,
Norbert Huse, profesor de la Universidad de Munich, quien lo define como
una persona difícil para la crítica, “Su influencia sigue siendo mundialmente
reconocida. Dotado de un gran talento y de un temperamento polémico y
combativo. Le Corbusier utilizó el lenguaje de las formas con gran
originalidad, exteriorizando con él la revolución funcional de la vivienda, que
concibió como una “máquina para vivir”.
*Dedico de manera especial este artículo a dos grandes de
mis amigos y excelente arquitectos José Rivas y Mihajlo Elakovic, ambos
radicados en Sydney Australia. Jairo Pardey Arrieta*
Charles Édouard Jeanneret, conocido más tarde como Le Corbusier, nació
en el pueblo suizo de La Chaux-de-Fonds en 1887. Perteneciente a una familia de
artistas y grabadores, comenzó sus estudios en la École d'Art de su ciudad
natal, bajo la dirección de L'Eplattenier. A partir de 1906, se dedicó a viajar
por Europa y el Próximo Oriente, conoció y trabajó con destacados nombres de la
arquitectura europea. Once años después se estableció definitivamente en París,
donde conoció y colaboró con el pintor Ozenfant, fundando con él, el movimiento
purista y la revista L'Esprit Nouveau. En 1924 inauguró su famoso estudio en la
rue de Sevres, 35, donde continuó hasta su muerte y por el que, entre 1925 y
1965, pasaron cerca de doscientos jóvenes arquitectos de todo mundo. Con el
proyecto presentado al concurso para el Palacio de las Naciones de Ginebra,
alrededor de los años treinta, comenzó el primer período fértil de actividad de
Le Corbusier. Pertenecen también a esta etapa el Pabellón suizo de la Ciudad
Universitaria y la Ciudad Refugio de París, y el proyecto para el Palacio de
los Soviets de Moscú. Después de estos años se dedicó a actividades
urbanísticas en todo el mundo. En 1928 se fundaron los Congresos
Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), en los que Le Corbusier
desempeñó un importante papel. Fue el autor de la famosa Carta de Atenas,
documento del CIAM IV. Durante los últimos veinte años de su vida, la actividad
de Le Corbusier fue sorprendente, manteniéndose en la primera línea de la
arquitectura internacional hasta su muerte, acaecida en 1965.
De grabador
a arquitecto
Siegfried Giedion, historiador suizo de origen bohemio y crítico de la
arquitectura que conocía a Le Corbusier desde 1925 y que apoyó con su pluma
todas sus creaciones, escribió en el catálogo de una de las exposiciones
realizadas por Le Corbusier en Frankfurt el año 1958: “... Es reservado, duro,
inaccesible, desconfiado como buen montañés. Rechaza cualquier personalismo.
Nadie sabe cómo es en realidad.” En general, lo poco que hoy conocemos de su
persona procede del propio Le Corbusier, por lo que debemos tener en cuenta
siempre una cierta estilización. Así, por ejemplo, Le Corbusier insistía en que
su lugar natal había sido fundado por los fugitivos de las guerras albigenses
procedentes del sur de Francia; se preciaba también de afirmar que La Chaux era
un refugio que “desde los inicios de la Edad Media hasta los albores de la Revolución
rusa había acogido una incesante afluencia de personas que huían de las
interminables persecuciones religiosas y políticas”. Le Corbusier consideraba a
su familia de raigambre francesa y remontaba sus orígenes al año 1600. Hablaba
con orgullo de sus antepasados, sobre todo de su abuelo, que en 1848 había sido
uno de los cabecillas de la Revolución en Neuchatel. Como escribe Jean Petit:
“No hay que avergonzarse ni ocultar ese pasado de libertad, de inteligencia y,
por qué no, de audacia que uno lleva en su sangre.” Raíces familiares y lugar
de nacimiento explican ese “irresistible poder de atracción” que sobre Le
Corbusier ejercían en el Mediterráneo “las formas puras en el espacio”, la
“claridad de ideas”, la “libertad de pensamiento” y “una cierta tendencia al
idealismo, rasgo fundamental de los habitantes del territorio escarpado y
montañoso de Neuchatel”
Su autodidactismo le lleva al descubrimiento de los saberes más
diversos; peregrino infatigable, descubre la realidad, primero, por los caminos
de Europa. Salta muy pronto de la tranquila localidad
suiza, toma un seudónimo, cambia de nombre y se bautiza con dos vocablos que
habían adornado la persona de su abuelo materno; Charles-Edouard Jeanneret
quedaría olvidado en la tranquilidad de Chaux-de-Fonds y se hacía a los
caminos, con un bloc de notas y unas siglas para rubricar las nuevas
experiencias.
Un proceso de intenso trabajo
abriría los primeros pasos de Le Corbusier viajero: basta
observar algunos fragmentos del epistolario de aquella época dirigido a
L'Eplattenier. Le Corbusier escribe a su maestro...
“... Usted dice que mi vida no tiene cabida para la diversión, sino
para el trabajo intenso; se hace necesario, pues de grabador que yo era, para
llegar a ser un arquitecto con la idea que yo me he forjado de esta vocación,
es necesario dar
un paso inmenso...
pero ahora que yo sé a dónde
voy, podré hacer el esfuerzo... Con plena alegría, con
entusiasmo victorioso daré
este paso”.
Autodidacta-Viajero
Con los honorarios de su primer trabajo inicia los viajes que le
pondrían en contacto con las culturas más básicas de la Historia. Período
difícil, entre un eclecticismo que presionaba la flota y la fauna de todo el
pintoresquismo europeizante y unas fuerzas sociales que
cobraban nueva forma, detrás de los planes industriales, junto a
las poderosas máquinas del primer
industrialismo.
Le Corbusier, con sus veinte años y un bloc de notas, recorre Italia
entre ruinas romanas y columnatas renacentistas
y aprende sus primeras lecciones de arquitecto. La arquitectura sería
para el joven suizo por aquellos años un juego de luces y sombras, contrapunto
que no abandonaría en toda la trayectoria compositiva de su vida profesional.
Paris, 1908
La síntesis de arte, la pasión literaria, el mundo heterogéneo e
inédito en cualquier actitud de la creación humana pasaba por París en las
primeras décadas del siglo xx. Le Corbusier, aprendiz de grabador, admirador
adolescente del cubismo, apasionado con los volúmenes fríos y secos de una
geometría cartesiana, poeta, deseoso de expresarse con el nuevo material que
aparecía torpe mente construido entre alambres y cemento, acude a París,
atraído por la ciudad, foco de la producción cultural estética de la época.
Su interés por el hombre no se realiza a un nivel de auténtico
encuentro con la realidad humana, como
tantas veces trata de ilustrar en sus obras, sino como el resultado de una
proyección más bien narcisista. Planifica, proyecta, lo ubica y, al final, el
hombre se ha perdido, queda el “módulo”, su medida y no su vida, el hombre
utilizado como proceso de experiencias.
Fuente bibliográfica:
-Biografía de Le Corbusier, de
Norbert Huse, Biblioteca Salvat de Grandes
Biografías
-Biografía completa de Le
Corbusier, de Antonio Fernandez Alba, Edita
Ibérico Europea de Ediciones, S.A.
Fotografía: Cortesía de Los
protagonistas de la historia, de Ibérico Europea de Ediciones.
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