Grandes virtuosos de la música
ROBERT SCHUMANN:
el poeta del piano
Mucho antes de que
fuera llamado el poeta del piano
título que comparte con Chopin en la historia, Robert Schumann mostró un
temperamento que oscilaba entre la música y la poesía.
La vida de Schumann
evoca una arquetípica novela de
formación romántica. No falta nada: desde el amor por la literatura,
descubierta en la librería paterna, hasta la búsqueda en las mujeres de la musa
y la hermana, con el inevitable ingrediente de las tentativas de suicidio y la
locura final. A lo que hay que sumar una carrera musical iniciada tardíamente
pero desarrollada de forma maniática y por etapas bien acotadas: Schumann
dedicó los primeros diez años de su actividad como compositor al piano
(1829-1839), para después consagrarse exclusivamente al lied en 1840, a la
sinfonía (1841-1850), la música de cámara (1842) y los oratorios (1843).
Robert Schumann nació
en Zwickau, en Sajonia, el 8 de junio de 181O, a las cinco de la tarde, en el
seno de una familia formada por el editor y librero Friedrich August Schumann,
y una madre, Johanna Christiane (Schnabel), de la que poco se sabe, salvo que
posiblemente legó a su hijo su propia inestabilidad emocional. Schumann dedicó
buena parte de su infancia a la lectura en la librería de su progenitor, sobre
todo fascinado por las fábulas de Lord Byron y Walter Scott. El padre
comprendió que Roben tenía asimismo talento para la música cuando lo vio
interesarse por el piano y el órgano y cuando a los siete años ensayó sus
primeras composiciones. La muerte de Friedrich August en 1826 privó a Schumann
de un aliado y a la vez sirvió de catalizador, ya que el joven de dieciséis
años decidió entonces continuar cultivando por igual su pasión por la
literatura y por la música. .
La madre de Schumann,
por el contrario, no sólo no hizo nada para fomentar el desarrollo de la
creatividad de su hijo, sino que le prohibió expresamente que estudiara música,
so pena de no volver a verla, y lo instó a desempeñar una actividad lucrativa. Así,
el músico se vio privado de formación musical durante sus años de Gymnasium, y
en 1828 se matriculó en la Escuela de Derecho en la Universidad de Leipzig.
Lejos de la vigilancia materna, Schumann desertó de las aulas universitarias y
se buscó un buen profesor de piano, Friedrich Wieck, en quien vio a un
sustituto de su padre.
Wieck estaba
consagrado a la formación de su hija Clara, una notable virtuosa del piano de
nueve años. A pesar de la diferencia de edad, Schumann concibió por ella su
primera pasión amorosa.
Después de fracasar en
su primer año de estudios en Leipzig, pero al mismo tiempo deseoso de ocultar
este fracaso a su madre, Schumann se inscribió
de nuevo en Derecho, esta vez en la Universidad de Heidelberg. En
realidad, dedicó también ese año a la música, especialmente a estudiar la obra
de Schubert y a componer. En 1830, escribe en su diario que su nivel es “excelente
tanto en música como en poesía”', pero
reconoce que no es “un genio
musical”. Sin embargo, en julio de ese año le escribe a su madre para decirle
que su “escaso talento con el latín” le hace temer que la profesión de abogado
no sea la más idónea para él, y que contempla seriamente volver a las clases
con Wieck. Johanna, tras consultar con éste, quien le aseguró que sería
capaz de convertir a su hijo
en un gran músico, finalmente dio su
consentimiento.
Schumann regresó a
Leipzig, y durante unos dos años vivió con los Wieck. Desarrolló su técnica
pianística hasta alcanzar el nivel de un virtuoso, y en 1831 comenzó a estudiar
contrapunto con Heinrich Dom, director de orquesta de la Ópera de Leipzig.
También de este año data la primera publicación de una de sus obras para piano
y su primera reseña de crítica musical. En 1832, el dedo anular de su mano
derecha quedó paralizado, supuestamente por su abuso de un mecanismo diseñado
para fortalecer y estirar los dedos de los pianistas; lo más probable, en
realidad, es que esta dolencia, que desembocó en la parálisis parcial de su
mano derecha, se debiera a la ingesta de medicamentos a base de mercurio
prescritos en casos de sífilis. Por estas fechas comenzó a sufrir graves
episodios de insomnio y alucinaciones, y el 17 de octubre de 1833 anotó en su
diario que pensaba que estaba volviéndose loco.
La vida sentimental de
Schumann fue, junto con la música y la literatura, un eje importante de su
existencia. En 1837, Clara y él se declararon su amor, pero la oposición de
Wieck al matrimonio (posiblemente derivada del conocimiento que tenía de la
enfermedad de Schumann) obligó a la pareja a apelar a los tribunales y a
someterse a una cascada de juicios. Finalmente, en 1840 pudieron casarse.
Durante un tiempo formaron una pareja felizmente avenida también en sus
respectivas carreras musicales: Schumann componía y Clara, brillante pianista,
estrenaba sus obras. Vivían modestamente.
En 1843, Mendelssohn
convenció a Schumann de que aceptara un puesto de profesor en el Conservatorio
de la ciudad, que acababa de fundar. Sin duda, un trabajo estable y una mejor situación económica hubiesen
aliviado sus condiciones de vida, pero Schumann dimitió al cabo de seis meses,
reconociendo que no tenía dotes pedagógicas. Al año siguiente, durante una gira
por Rusia emprendida por la pareja, el músico sufrió una grave depresión que lo
mantuvo alejado de la composición durante casi cuatro años.
En 1850 intentó de
nuevo obtener una posición estable, esta vez como director musical de la ciudad
de Düsseldorf. Volvió a componer a buen ritmo, pero se desenvolvió
lamentablemente en su trabajo oficial: como director de orquesta era
descuidado, y además sufría importantes lagunas de memoria. Después de un viaje
a Holanda con Clara, sufrió el peor ataque hasta la fecha: las alucinaciones
auditivas no cesaban. A su amigo el violinista Joseph Joachim le escribió:
“Empieza a caer la noche”. El 26 de febrero pidió expresamente ser internado en
un sanatorio, y al día siguiente intentó suicidarse lanzándose a las aguas
heladas del Rin.
Recluido en el
sanatorio de Endenich, cerca de Bonn, Schumann no volvió a recuperar la plena lucidez.
Se negó a recibir visitas, y sólo aceptó ver a Brahms y a Joachim en un par de
ocasiones. Clara pudo finalmente verle dos días antes de su fallecimiento.
Schumann había dejado de alimentarse y padecía una ataraxia extrema.
Obra pianística, sinfónica y de cámara: La creación de un
alma romántica
“'Lo extraordinario
para el artista (y ésta es su ventaja) es no ser apreciado siempre de
inmediato.” Esta frase, que Robert Schumann puso en boca de uno de sus
heterónimos, Meister Raro, parece escrita para ejemplificar su propio caso.
Porque el artista, a pesar de ocupar un lugar privilegiado en la música de la
primera mitad del siglo XIX, tanto en la faceta de compositor como en la de
pianista, director de orquesta, teórico y crítico, ha sido siempre considerado
un talento en parte frustrado, no sólo por la locura que ofuscó sus últimos
días, sino sobre todo por su preparación técnica, que presuntamente le
imposibilitaba llevar a buen puerto aquellas empresas ambiciosas en las que se
embarcaba. Hasta el punto de que se ha convertido en un tópico la idea de que
Robert Schumann fue un pianista que también componía, un músico que supo crear
extraordinarias miniaturas para su instrumento, de una forma libre y con trazo
casi espontáneo, pero que era incapaz de cultivar las grandes formas de la
tradición, la sinfonía, el cuarteto de cuerda, la sonata para piano, la ópera o
el oratorio. Basta, empero, con escuchar cualquiera de sus obras “mayores” para
advertir cuán equivocada es esa imagen, y cuán valiosa y original es la
aportación schumanniana a esas formas establecidas y consagradas por los
maestros del clasicismo.
Lo innegable es que
Schumann empezó siendo un compositor exclusivamente pianístico, tal como lo
sería también al principio de su carrera su discípulo espiritual, Johannes
Brahms. Brillante intérprete, aunque su trayectoria en este ámbito se viera
prematuramente truncada a causa de una parálisis de los dedos anular el índice
de la mano derecha, sus primeras tentativas en la composición tienen como medio
el piano: las Ocho polonesas (1828), las Variaciones sobre un tema del príncipe
Luis Fernando de Prusia (1828), ambas para piano a cuatro manos.
El 29 de julio de 1856
se apagaba la vida de este gran compositor.
Fuentes bibliográficas:
-Historia de la música clásica. Gran selección de Deutsche Grammophon.
-Grandes Compositores Editorial Sol 90, Barcelona, España.
-Grandes Compositores Salvat Editores, José L. García del Busto,
Pamplona, España.
-Grandes maestros de la música, recopilación de Domingo E. y Maritza
Pumar.
-Firmamento musical. Vida de los grandes compositores, Espasa-Calpe,
España.
-ABC de la música clásica de Eckhardt van den Hoogen (262)
Fotografía: Cortesía de Red 92.1 FM
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