Protagonistas de la
historia
MIGUEL DE UNAMUNO Y
JUGO
El gran rector de
la Universidad de Salamanca
El gran rector, no ha sido un simple caso literario,
ni una de esas biografías –desde la raya a la cruz- se presentan como un limpio
expediente académico o una menos limpia y prevista hoja de servicios. Tuvo
dimensión de escándalo y la cara y la cruz de su moneda estaban acuñadas por
beatería incondicional o rasgamiento escandalizado de vestiduras.
Afortunadamente a veces la moneda caía de canto; eso intentábamos cuando
queríamos verle desde su tiempo, sin quitar ni añadir nada: sin enfatizar ni
trivializar, así se refiere uno de sus biógrafos, el periodista español Emilio
Salcedo.
Don Miguel de Unamuno, nació en Bilbao, España, el 29
de septiembre de 1864. Escritor, poeta y filósofo español, principal exponente
de la llamada Generación del 98
Entre 1880 y 1884 estudió filosofía y letras en la
universidad de Madrid, época durante la cual leyó a T. Carlyle, Herber Spencer,
Friedrich Hegel y Karl Marx. Se doctoró con la tesis “Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca”,
y poco después accedió a la cátedra de lengua y literatura griega en la
universidad de Salamanca, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de
historia de la lengua castellana.
Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se
centraron en las cuestiones éticas y los móviles de su fe. Desde el principio
trató de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana y
más tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Spencer,
Sören Kierkegaard, W. James y H. Bergson, entre otros, vías de salida a su
crisis religiosa.
Sin embargo, las contradicciones personales y las
paradojas que afloraban en su pensamiento actuaron impidiendo el desarrollo de
un sistema coherente, de modo que hubo de recurrir a la literatura, en tanto
que expresión de la intimidad, para resolver algunos aspectos de la realidad de
su yo. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como “ente
de carne y hueso”, y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras
como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910),
Soliloquios y conversaciones (1911) o Del sentimiento trágico de la vida en los
hombres y en los pueblos (1913).
El primero de los libros fue en realidad un conjunto
de cinco ensayos en torno al “alma castellana”, en los que opuso al
tradicionalismo la "búsqueda de la tradición eterna del presente", y
defendió el concepto de "intrahistoria" latente en el seno del pueblo
frente al concepto oficial de historia. Según propuso entonces, la solución de
muchos de los males que aquejaban a España era su "europeización".
Sin embargo, estas obras no parecían abarcar, desde su
punto de vista, aspectos íntimos que formaban parte de la realidad vivencial.
De aquí que literaturizase su pensamiento primero a través de un importante
ensayo sobre dos personajes clave de la literatura universal en la Vida de don
Quijote y Sancho (1905), obra en la que, por otra parte y en flagrante
contradicción con la tesis europeísta defendida en libros anteriores, proponía “españolizar
Europa”. Al mismo tiempo, apuntó que
la relación entre
ambos personajes cervantinos
simbolizaba la tensión existente
entre ficción y realidad, locura y razón, que constituye la unidad de la vida y
la común aspiración a la inmortalidad.
El siguiente paso fue la literaturización de su
experiencia personal a fin de dilucidar la oposición entre la afirmación
individual y la necesidad de una ética social. El dilema planteado entre lo
individual y lo colectivo, entre lo mutable y lo inmutable, el espíritu y el
intelecto, fue interpretado por él como punto de partida de una regeneración
moral y cívica de la sociedad española. Él mismo se tomó como referencia de sus
obsesiones del hombre como individuo. “Hablo de mí porque es el hombre que
tengo más cerca.”
Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas “Paz
en la guerra” (1897), y “Amor y pedagogía” (1902) hasta la madura “La tía Tula” (1921). Pero entre ellas escribió “Niebla”
(1914), “Abel Sánchez” (1917), y sobre todo “Tres novelas ejemplares y un
prólogo” (1920), libro que ha sido considerado por algunos críticos como
autobiográfico, si bien no tiene que ver con hechos de su vida, sino con su
biografía espiritual y su visión
esencial de la realidad: con la afirmación de su identidad individual y la
búsqueda de los elementos vinculantes
que fundamentan las relaciones humanas.
En ese sentido, sus personajes son problemáticos y
víctimas del conflicto surgido de las fuertes tensiones entre sus pasiones, y
los hábitos y costumbres sociales que regulan sus comportamientos y marcan las
distancias entre la libertad y el destino, la imaginación y la conciencia.
Su producción poética comprende títulos como “Poesía”
(1907), “Rosario de sonetos líricos” (1912), “El Cristo de Velázquez” (1920), “Rimas
de dentro” (1923) y “Romancero del
destierro” (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de
Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de
Rivera. También cultivó el teatro: “Fedra” (1924), “Sombras de sueño” (1931), “El
otro” (1932) y “Medea” (1933).
Sus poemas y sus obras teatrales abordaron los mismos
temas de su narrativa: los dramas íntimos, amorosos, religiosos y políticos a
través de personajes conflictivos y sensibles ante las formas evidentes de la
realidad. Su obra y su vida estuvieron estrechamente relacionadas, de ahí las
contradicciones y paradojas de quien Antonio Machado calificó de
"donquijotesco".
Considerado como el escritor más culto de su
generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica
una forma de búsqueda. Jubilado desde 1934, sus manifiestas antipatías por la
República española llevaron dos años más tarde al gobierno rebelde de Burgos a
nombrarlo nuevamente rector de la universidad
de Salamanca, pero fue destituido a raíz de su pública ruptura con el
fundador de la Legión. En 1962 se publicaron sus Obras completas y en 1994 se
dio a conocer la novela inédita Nuevo mundo.
Los últimos días de vida (de octubre a diciembre de
1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, de resignada
desolación, desesperación y soledad.
Murió
repentinamente, en su domicilio salmantino, la tarde del 31 de diciembre de
1936. A pesar de su
virtual reclusión, en su funeral fue exaltado como un héroe
falangista. A su muerte, Antonio Machado escribió: “Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como
el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no
lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su
pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca y no lo creeré jamás”
Bibliografía:
Miguel de Unamuno, biografía de Emilio Salcedo,
en Protagonistas de la Historia.
Retrato: Cortesía de: Juan de Echeverría, Fasciculo
Protagonista de la Historia.
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